EL TRIUNFO

“Siento que hay gente trabajando las minas todavía por ahí”-Guillermo Avilés

No es raro encontrarse con la clásica idea de que todo pasado fue mejor, pero aquí es distinto, la nostalgia ha taladrado el espíritu de las personas y añoran aquellos días en que los picos y marros no descansaban hasta que el mango se quebraba. Los días en que el corazón de los cerros de alrededor brillaba de oro y plata, y las casonas se llenaban de idiomas pomposos y melodías barrocas de pianos caros. Eran los tiempos de la minería. Pero como en todo pueblo minero, la fidelidad de sus ciudadanos hacia la tierra que pisan es bastante precaria y radica en una pequeña piedra que las montañas deben de pagar. De tal modo que en cuanto esta escasea las personas toman sus cosas, conocimientos y equipos y se marchan dejando a unos cuantos habitantes sentimentales que no supieron ver la fugacidad de la relación y se enamoraron de un lugar que se suponía pasajero. Así es esto del amor.

En cuanto llegamos sondeamos las calles en busca de algún descuidado que pudiera orientarnos en la cacería de historias. Fue así como dimos con una pandilla de chamacos juguetones en el parque de juegos, les preguntamos por historias y enseguida salían unos que otros retazos surrealistas, en eso se acercó una jovencita trigueña de pelo chino, le preguntamos y con todo el aplomo de un adulto consagrado nos respondió que si. Nos contó de la minería, de sus antepasados y de una niña vidente. Desde luego había un contador de historias detrás de esta señorita, le pedimos datos de algún conocido que nos pudiera platicar un poco de su vida y salió el nombre de Don Guillermo Avilés.

Don Guillermo es una de esas personas que tienen grabado en el espíritu el andar de su pueblo, orgulloso de su pasado, nostálgico y trabajador. Nos sentamos a platicar largo y tendido, dejándonos guiar por los recuerdos de pláticas de sus antepasados recorrimos las ruinas, sudamos la carga, picamos y molimos la piedras y extrajimos oro y plata. Fueron días de abundancia y bullicio, el pueblo tenía unos 14,000 habitantes incluyendo algunos franceses, ingleses, chinos, alemanes y gringos, había una producción abundante de mineral. Fueron unos 120 años de producción minera con algunos altibajos que seguían la pauta de las condiciones políticas, abundancia de mineral, la revolución y finalmente el clima, que con una tormenta fuerte terminó por inundar las minas y hacer estragos en la hacienda. En poco tiempo el pueblo quedó prácticamente abandonado. Unos cuantos mineros decidieron quedarse y con apoyo del gobierno estatal dieron una segunda pasada a los restos de aquella tierra cansada.

Afortunadamente no todo es triste y pesado, hay un hilo que ha empezado a jalarse y arrastra optimismo, juventud y muchas ganas por hacer algo. Paradójicamente han sido aquellas ruinas abandonadas las que han ayudado, puesto que atraen algunos curiosos dispuestos a imaginar aquello que una vez fuera un pueblo de picos, palas, y pianos.

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